El poder del sinapismo: la mostaza como medicina

 


Entre los frascos de porcelana que poblaron las boticas de antaño, uno en particular nos transporta a una época en la que la medicina natural era la base de la práctica farmacéutica. Este frasco, marcado SINAP: NIGRA, almacenaba un remedio poderoso y ampliamente utilizado: la mostaza negra (Sinapis nigra), cuyo uso medicinal dio origen al término sinapismo.

¿Qué es un sinapismo?

El sinapismo era una cataplasma hecha a base de harina de mostaza negra mezclada con agua o vinagre, aplicada sobre la piel para generar calor y estimular la circulación sanguínea. Su efecto rubefaciente —es decir, su capacidad para enrojecer la piel al aumentar el flujo sanguíneo— lo convirtió en un remedio tradicional para aliviar dolores musculares, reumatismo, bronquitis, resfriados y otras afecciones donde el calor era beneficioso.

Sin embargo, este remedio tenía un poder tan intenso que debía utilizarse con precaución. Si el sinapismo se dejaba actuar por mucho tiempo, podía provocar irritaciones severas, ampollas e incluso quemaduras químicas en la piel. Por esta razón, los boticarios recomendaban su aplicación por intervalos controlados y, en algunos casos, lo diluían con harina de linaza u otro excipiente más suave para moderar su efecto.

El origen del nombre

La palabra sinapismo proviene del latín Sinapis, que a su vez deriva del griego σίνᾰπι (sinapi), que significa mostaza. Su uso en medicina se documenta desde la antigüedad, con menciones en textos grecorromanos de Hipócrates y Galeno, quienes ya recomendaban el uso de la mostaza para tratar diversas dolencias. En la Edad Media, los médicos árabes también aprovecharon sus propiedades terapéuticas, y su popularidad creció en la farmacopea europea hasta bien entrado el siglo XIX.

El sinapismo fue un tratamiento de cabecera en la medicina popular y profesional, al punto de que muchas familias lo preparaban en casa. Su facilidad de elaboración y efectividad lo convirtieron en un remedio accesible para el alivio de múltiples padecimientos.

El sinapismo en la historia farmacéutica

Los frascos de porcelana como este no solo eran contenedores prácticos, sino que también reflejaban el orden y el rigor de la botica tradicional. Los boticarios mantenían cada ingrediente debidamente etiquetado y almacenado en recipientes diseñados para proteger las sustancias de la humedad, el calor y la contaminación.

A finales del siglo XIX y principios del XX, los sinapismos eran uno de los tratamientos más recetados en boticas y consultorios médicos. Se recomendaban para afecciones respiratorias, dolores reumáticos e incluso para estimular la circulación en casos de fatiga extrema. Su aplicación era sencilla: la harina de mostaza se mezclaba con agua caliente hasta formar una pasta, se extendía sobre una tela de lino o algodón, y se aplicaba directamente sobre la piel del paciente, generalmente en la espalda o el pecho.

En algunos casos, los médicos indicaban el sinapismo como parte de terapias más amplias, combinándolo con baños calientes, fricciones con alcohol alcanforado o infusiones expectorantes.

¿Por qué cayó en desuso?

Con el avance de la farmacología y la llegada de los analgésicos modernos, los sinapismos fueron perdiendo protagonismo. Los efectos secundarios asociados a su uso prolongado y la disponibilidad de tratamientos más seguros hicieron que su aplicación quedara relegada a la medicina natural y al ámbito de la historia de la farmacia.

Hoy en día, el sinapismo es un vestigio de una era en la que los remedios caseros y la fitoterapia eran esenciales en la práctica médica. Sin embargo, su legado persiste en la terminología médica y en frascos como este, que nos recuerdan un tiempo en el que la medicina y la botánica iban de la mano.

Este frasco con la inscripción SINAP: NIGRA es más que un simple recipiente de porcelana. Es un testigo silencioso de la farmacia antigua, de la sabiduría de los boticarios y de una época en la que el conocimiento de las plantas medicinales era clave para la salud. Un objeto que no solo guarda historia, sino que la cuenta.

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