Farmacéuticos y la Independencia del Perú

Un farmacéutico del siglo XIX, creado por AI

Mientras las tropas sanmartinianas se enfrentaban en cruentos combates, los gremios profesionales cumplían honorables acciones en favor de la gesta emancipadora. Un papel especial lo desempeñaron los profesionales de la salud, entre ellos los farmacéuticos, quienes no dudaron en apoyar incondicionalmente la causa independentista, arriesgando sus bienes materiales, su libertad y hasta sus vidas.

Podemos conocer más acerca de su accionar a través de lo escrito por el médico e historiador Juan B. Lastres en “La cultura peruana y la obra de los médicos en la emancipación” (1954). Lastres describe cómo “los farmacéuticos tomaron parte activa en la Emancipación ya con su esfuerzo, persona, ideas o hacienda”. El historiador no escatima en halagos cuando afirma que los farmacéuticos “escribieron una página de gloria en nuestra Independencia política.”

Una de las figuras más destacadas de este período fue José Guillermo Geraldino (1776 - 1847), farmacéutico notable y conspirador, detenido y sometido por el tribunal de la inquisición en 1814 por manifestar abiertamente su simpatía a la causa libertadora. Este desafortunado acontecimiento, lejos de mermar su ánimo, fortaleció su carácter y espíritu, motivándolo a llevar a cabo atrevidas acciones.

José Guillermo Geraldino


A pocas semanas de haber establecido su cuartel general en Huaura, el ejército de San Martín fue diezmado por la terciana y la disentería; al no haber medicinas para tratarlas, no quedaba más que suministrar a los enfermos “agua de mar en lugar de purga”. Al saber de esto, Geraldino envió un botiquín con remedios de su propio establecimiento, entre ellos opiata febrífuga, opio, quinina y triaca. Todo ello representaba un valor de unos 4,000 pesos, una cantidad significativa considerando que el salario mensual del Boticario Mayor del Departamento de Farmacia del Hospital Militar del Ejército era de 45 pesos, y el de un Cirujano Mayor era de 100 pesos. Además, Geraldino aportó dinero para el auxilio y sustento de la lucha libertaria.


Geraldino poseía una botica cuya trastienda era el lugar ideal para la charla y la discusión, y un punto clave “donde se leían y comentaban los papeles y las misivas” y “se copiaban los papeles de los pueblos libres”. Juan B. Lastres menciona que “muchas veces entraba en ella el chorrillano José Olaya… y a sotto voce se comunicaban las últimas noticias”. El farmacéutico corría gran riesgo por estas acciones, ya que Pezuela había ordenado poner espías en su casa.

Otro digno de encomio es Agustín Cruzate, padre de la profesión farmacéutica en el Perú y activo conspirador. Propietario de la Botica de San Lázaro, ubicada en la calle de Bodegonos, un lugar que también servía de reunión para comunicar “las nuevas de la causa patriota y las misiones”. Cruzate contribuyó con más de 3,000 pesos en dinero y medicamentos al Ejército Libertador, destinados al Hospital de Bellavista, al ejército del sur y a los hospitales de Lima. “Sus remedios eran panacea universal para dolores y heridas de los soldados”.

También merecen mención José Isidoro Alcedo, farmacéutico y cirujano que participó en los sitios del Callao; José Manuel Saldarriaga, Manuel Palacios y Mariano Egoaguirre, quienes se alistaron en las filas del ejército de San Martín cuando este desembarcó en Paracas; Luis Montes, protoboticario del Virrey Pezuela, quien auxilió con dinero y medicamentos a la tropa de Arenales. Otros que contribuyeron a la independencia nacional fueron Cristóbal Peinado, boticario del Hospital de San Andrés, José M. Freile, Domingo Pimentel, Melchor Zerezeda, Ramón Risco y Santos Peña.

Un farmacéutico del siglo XIX, creado por AI


Lograr la Independencia del Perú no solo suponía victorias en los campos de batalla, sino también enfrentar una lucha igual de temible en el terreno sanitario. Las enfermedades, heridas, así como la escasez de medicinas y material médico, eran serios agravantes que peligraban el anhelo de emancipación. Sin embargo, la valentía y desprendimiento de aquellos insignes farmacéuticos, y su benemérita contribución, significaron el remedio oportuno en tiempos difíciles, cuando se necesitaba que la salud y la moral estuvieran al tope para seguir en el curso de la ansiada libertad.


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