Las sanguijuelas medicinales
—¿Cuántas sanguijuelas aplica usted en la neumonía?
Yo calculé las dimensiones de la región y contesté:
—Doce o catorce, doctor.
—Dieciocho, joven.
—¿Cuántas aplica usted en la orquitis?
Hice un cálculo semejante al ya hecho y dije:
—Cuatro o seis, doctor.
—Ocho, joven.
Durante siglos, las sanguijuelas han sido utilizadas para realizar sangrías. A esta práctica se le atribuía «una gran eficacia en la mayor parte de las enfermedades agudas, lo cual ha sido reconocido por los médicos de todos los tiempos y países», tal como afirma el profesor Bouchardat en su Formulario Magistral de 1872.
Sin embargo, el procedimiento de la sangría terapéutica
mediante sanguijuelas, según la tradición escrita, fue introducida por Nicandro
de Colofón, médico y poeta que vivió cerca del siglo II a.e.c.
Era tal la afición que se tenía al uso de estos anélidos,
y tal su empleo universal, que a fines del siglo XIX se comentaba que «se han
agotado los pantanos de Francia, Italia, España, Alemania, Hungría, etcétera».
Particularmente, Francia los exportaba por más de tres millones de francos.
Dentro de sus usos estaban, por ejemplo, su aplicación detrás de las orejas para las «congestiones cerebrales», o alrededor de los ojos en las «oftalmias inflamatorias», y en el ano como medio «derivativo» —que provoca la evacuación intestinal—.
Las sanguijuelas no se introdujeron en las farmacias
hasta el siglo XIX. Con anterioridad, las empleaban sobre todo barberos y
cirujanos en la realización de las sangrías antes descritas. Para guardarlas,
en las farmacias, se utilizaban recipientes de porcelana, provistos de una
especie de bote-colador para renovar el agua.
Antes de emplearlas se las dejaba en ayunas para aumentar su apetito voraz; luego se colocaban sobre la piel del enfermo. Se colocaban varias a la vez, dependiendo del problema de salud; cada una de ellas es capaz de succionar entre cinco y quince mililitros de sangre. Mientras succionan, estos hirudíneos secretan una sustancia, la hirudina, un anticoagulante con la propiedad de diluir la sangre. La hirudina, un polipéptido de 65 aminoácidos fue aislada del tejido salival de la sanguijuela Hirudo medicinalis a finales del siglo XIX, constituyéndose luego como el prototipo de los inhibidores directos de la trombina, y cuyo descubrimiento condujo a la síntesis de hirudinas recombinantes para uso clínico.
Pasada la mitad del siglo pasado, aún figuraba el uso de sanguijuelas en la literatura médica y farmacéutica, tal como consta en el libro Medicamenta (1962), donde se describe que en «las farmacias […] se guardan sólo pocas sanguijuelas», las que se indicaban como «derivativo en las inflamaciones y estados congestivos».
El fragmento con que se inicia este post pertenece a la obra del célebre médico peruano Hermilio Valdizán (Anecdótica Médica Peruana, 1924), y describe el momento en que daba su examen de terapéutica en el Hospital de San Bartolomé sobre la «sangría local», es decir la aplicación terapéutica de las sanguijuelas.
Fuentes bibliográficas:
Bouchardat A. Novísimo formulario magistral. 11 ed. Madrid: Carlos Bailly-Bailliere; 1872
Font Quer P., et al. Medicamenta. Guía teórico-práctica para farmacéuticos y médicos. Barcelona: Editorial Labor, S.A.; 1962
Palma JA. Historia negra de la medicina. Madrid: Ciudadela Libros; 2016
Valdizán H. Anecdótica Médica Peruana. Lima: talleres gráficos del Ásilo «Victor Larco Herrera»; 1924
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